Ortodoncia

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La ortodoncia es una especialidad odontológica que estudia, previene y corrige las alteraciones del desarrollo, las formas de las arcadas dentarias y la posición de los maxilares, con el fin de restablecer el equilibrio morfológico y funcional de la boca y la cara, mejorando también la estética facial.

La ortodoncia es algo más que mover los dientes, enfrenta problemas que van mucho más allá de la colocación individual y pormenorizada de las piezas dentarias, y afronta la corrección de alteraciones de los maxilares, de la cara y, sobre todo, de los trastornos funcionales de la masticación.

El término técnico para los problemas descritos es el de maloclusión, que significa morder mal. La edad adecuada para tratar las maloclusiones varía según el tipo de problema y su gravedad. Por lo tanto, es aconsejable consultar al ortodoncista tan pronto como se descubra una anomalía. En cualquier caso, recomendamos que, independientemente de si se detecta un problema o no, se lleve a los niños para revisión por el ortodoncista al menos a los seis años.


Diferentes tipos de maloclusiones

La maloclusión se puede clasificar en diferentes tipos dependiendo del plano en el que se produzca:

1. Maloclusiones en el plano vertical

La mordida correcta supone que un tercio de la arcada superior solape la inferior. Cuando no ocurre así, pueden darse dos posibles maloclusiones:

  • Mordida abierta: cuando no existe contacto entre los dientes superiores e inferiores en el plano vertical.
  • Sobremordida: los dientes de la arcada superior superan en más de un tercio a los dientes inferiores, es decir, cubren demasiado los dientes inferiores. En casos graves, los dientes superiores pueden llegar a cubrir el 100 % de los inferiores, llegándose incluso a morderse el paladar.

2. Maloclusiones en el plano transversal

  • Mordida cruzada: ocurre cuando la arcada superior se sitúa por dentro de la inferior, y puede deberse a causas esqueléticas o dentarias.
  • Mordida en tijera: la arcada superior sobresale en el plano transversal más de lo debido, por lo que no contactan las cúspides.

3. Maloclusiones en el plano anteroposterior

Se clasifican en tres tipos:

  • Clase I: es la que se considera la mordida normal y correcta, en la que los dientes se engranan a la perfección como si fueran una cremallera (un diente de arriba muerde sobre dos dientes de abajo). El desarrollo de los maxilares es normal. Se produce cuando el canino y molar superiores se sitúan por detrás del canino y molar inferiores.
  • Clase II: la arcada superior está adelantada con respecto la arcada inferior a nivel canino y molar, por causas esqueletales y/o dentarias, por lo que se genera un resalte aumentado (la distancia entre los dientes de arriba y los dientes de abajo es de más de uno o dos milímetros). Puede dar la apariencia de escaso desarrollo del mentón.
  • Clase III: la arcada inferior se encuentra adelantada con respecto de la superior a nivel óseo y/o dentario, por lo que se produce un resalte invertido, o apariencia de tener mentón prominente.

Tratamientos

Los tratamientos de ortodoncia pueden ser interceptivos o correctivos.

Tratamiento interceptivo

El objetivo de la ortodoncia interceptiva es interrumpir el desarrollo de una maloclusión incipiente, es decir, son los medios por los cuales el profesional puede limitar tempranamente una maloclusión con la finalidad de que la misma no avance y ocasione alteraciones de mayor severidad, pudiendo no estar referidas exclusivamente a los dientes, sino también al crecimiento y desarrollo de las estructuras óseas, afectando el aspecto facial del niño. Por lo general, se inicia y concluye durante la dentición temporal o mixta. Este tratamiento no descarta la posibilidad de una corrección posterior en caso de aparición de otra anomalía similar o diferente.

Este tipo de tratamiento es utilizado regularmente para corregir hábitos anormales, que pueden interferir en el patrón regular de crecimiento de la cara y los maxilares. Algunas maloclusiones que surgen de hábitos como el de succión del pulgar pueden corregirse por sí solas al cesar la costumbre. Desafortunadamente, en muchas otras ocasiones se producen maloclusiones que requieren tratamiento ortodóncico, aunque lo sea con aparatos simples.

Los tratamientos interceptivos se orientan, por tanto, a la corrección de toda alteración incipiente, dado que, de no tomarse algún tipo de medidas, empeoraría la maloclusión.

Tratamiento correctivo

Cuando el tratamiento interceptivo no se ha realizado, o bien no ha resultado suficiente por la naturaleza de la maloclusión, es necesario aplicar un tratamiento correctivo. En este caso, dirigido a corregir una maloclusión consolidada.

Para los tratamientos correctivos se utilizan, principalmente, tres tipos de aparatos:

  • Aparatos funcionales
  • Aparatos removibles
  • Aparatos fijos

Lo más aconsejable es comenzar estos tratamientos alrededor de los 10 o 12 años. Aproximadamente duran entre año y medio y tres años, y suelen concluirse cuando la dentición permanente se ha completado, salvo en el caso de los molares del juicio.

El hecho de indicar una edad ideal para comenzar los tratamientos correctivos no significa que no puedan iniciarse más avanzada la adolescencia, o incluso en la edad adulta.

Ahora bien, dependiendo de la edad los tratamientos de ortodoncia tendrán objetivos y resultados diferentes. Aunque se insiste en la importancia del tratamiento precoz o adolescente, cada vez se tratan con éxito más irregularidades en adultos.

En casos de deformidad extrema resulta necesario combinar la ortodoncia con la cirugía. El ortodoncista recomendará entonces a un cirujano bucal o maxilofacial para, conjuntamente, elaborar el plan de tratamiento que proceda.


Aparatos funcionales

Son aparatos que, si bien en principio únicamente realizan modificaciones funcionales, con el tiempo dan lugar a cambios estructurales. Este tipo de aparatos de ortopedia funcional tienen su indicación más precisa durante la dentición temporal o la dentición mixta y requieren de una gran colaboración por parte del paciente, que deberá llevarlos todo el tiempo que se le indique. Estos aparatos, por su sola presencia, modifican el funcionalismo del sistema sobre el que actúan. Al variar la función de los músculos de la cara y masticatorios, proporcionan un medio más favorable para los maxilares en desarrollo, optimizando su potencial de crecimiento.

Las alteraciones en el crecimiento de los maxilares pueden tener un origen genético o derivarse de la existencia de hábitos perniciosos y alteraciones de las funciones orales que, si son persistentes y prolongados, serán causa de maloclusión.

Dichos hábitos y alteraciones de la función son: el uso del chupete durante largo tiempo (más de dos años) así como chuparse el dedo, hábitos que pueden producir una mordida abierta; los problemas en la deglución o deglución atípica, como interponer la lengua al tragar, costumbre que también abre la mordida; la interposición labial (succión o morderse los labios), que produce un resalte pronunciado, es decir mucho más espacio entre dientes de arriba y abajo; y la respiración oral (puede ser por problemas de vegetaciones), que hace que el paladar no se ensanche como debiera y queda estrecho produciendo mordidas cruzadas.

El desarrollo del maxilar está en armonía mientras el paciente respire normalmente por la nariz, manteniendo los labios cerrados, mientras que la lengua en íntima relación con los dientes se posiciona contra el paladar, oponiéndose a la fuerza que ejerce la corriente de aire nasal sobre el mismo y estimulando al mismo tiempo el crecimiento transverso del maxilar. Cuando este mecanismo se altera, ya sea por respiración bucal, falta de sellado labial, mala posición de la lengua, o hábitos nocivos, estaremos en presencia de un desequilibrio funcional del sistema respiratorio y del desarrollo de los maxilares.

Estos hábitos y las maloclusiones que producen pueden tratarse tempranamente con ortopedia y aparatos funcionales, que mejoran y contribuyen a una correcta respiración y deglución. De esta manera podemos corregir los malos hábitos de una manera precoz y, en algunos casos, evitar la colocación de ortodoncia posterior con brackets.


Aparatos removibles

Son aquellos que el mismo paciente puede quitarse para su limpieza, pero que, cuando se usan, van firmemente sujetos a las piezas dentarias. Son aparatos de acrílico, que por medio de unos ganchitos metálicos se aguantan en los molares. Con ellos se pueden aplicar presiones controladas sobre los dientes que se desee desplazar, mediante la acción de elementos mecánicos activos, tales como: resortes, arcos, tornillos y demás.

Estas fuerzas son, en su totalidad, artificiales o mecánicas, y actúan directamente desplazando los dientes, sin tener nada en común con las fuerzas creadas por la acción de los músculos que participan en las funciones de masticación, deglución, fonación y otras.

Los aparatos removibles son de gran utilidad para la expansión de los maxilares, sobre todo del superior, en especial para la corrección de “mordidas cruzadas” y apiñamiento leve, cuando esté indicada la expansión. También para movimientos dentarios muy específicos. Cuantas más horas se lleva puesto, más rápida y evidente será la corrección. Necesitan un mínimo de horas de utilización, es decir, es preciso llevarlos puestos toda la noche y entre cuatro y seis horas durante el día.


Aparatos fijos

Los aparatos fijos de ortodoncia únicamente se utilizan cuando se ha completado la dentición permanente o, en todo caso, cuando sólo quedan los molares de leche. Así, es cada vez más frecuente ver a niños de entre seis y nueve años que llevan brackets únicamente en la parte anterior de la dentadura, ya que son estos dientes los que señalan el camino para la salida de los molares.

Es a partir de los 10 o 12 años cuando se utilizan aparatos fijos que abarcan la totalidad de la dentadura. Hoy los ortodoncistas contamos con diferentes tipos de aparatos que se ajustan a las necesidades de cada paciente, su bolsillo y los problemas bucodentales a tratar.

La ortodoncia fija consta de varios elementos: bandas, brackets, tubos, ligaduras y arcos, los cuales una vez colocados en las piezas dentarias transmiten las fuerzas necesarias para producir los movimientos deseados y corregir malposiciones, dientes rotados, espacios dentarios y maloclusión.

Los brackets pueden ser metálicos y estéticos (brackets de porcelana o de zafiro). Los brackets metálicos son los más convencionales y fueron los primeros en salir al mercado. Están hechos de acero inoxidable de alta calidad. Dentro de las múltiples ventajas que ofrecen encontramos su gran resistencia y capacidad de adhesión, ya que resisten mucho mejor que los brackets estéticos la fuerza ejercida durante la masticación. En ocasiones es aconsejable colocar brackets metálicos en los premolares inferiores combinados con brackets estéticos. También son los más recomendables desde el punto de vista de la higiene. Por otro lado, estéticamente no son los más favorecedores. No obstante, dadas las exigencias estéticas de los pacientes, se han desarrollado nuevos modelos de brackets metálicos más pequeños y menos voluminosos incluso que los brackets transparentes. Pueden ser decorados con elásticos y gomas de una gran variedad de colores. Los brackets de zafiro son transparentes, cristalinos, con lo que se consigue que se mimeticen con el color del diente. La única parte de metal es el arco. Son de máxima estética y de mayor calidad porque no se tiñen. Los brackets de porcelana fueros los primeros brackets estéticos en salir al mercado. De color blanco opaco parecido al color de los dientes.